El concepto de los BRICS fue introducido en 2001 por Jim O’Neill, entonces economista en jefe de Goldman Sachs, en su influyente estudio titulado «Building Better Global Economic BRICS». Desde su formulación, esta idea ha evolucionado de una categoría analítica que identificaba el potencial de crecimiento de Brasil, Rusia, India y China, a un bloque formalizado que busca reconfigurar el equilibrio del poder global mediante iniciativas conjuntas en comercio, finanzas y desarrollo sostenible. Originalmente concebido como una categoría analítica para resaltar el rápido ascenso económico y la creciente influencia global de Brasil, Rusia, India y China, el grupo formalizó su existencia en 2011 con la incorporación de Sudáfrica. Desde entonces, los BRICS han sido considerados una alternativa a la hegemonía económica y política ejercida por Estados Unidos y sus aliados tradicionales.
El bloque BRICS tiene un impacto significativo en la economía global. Con un PIB combinado de aproximadamente 26 billones de dólares estadounidenses, se proyecta que esta cifra podría crecer en las próximas décadas, aunque las estimaciones exactas varían según las fuentes. En términos de participación en el PIB mundial, los BRICS representan alrededor del 31%, un dato que podría superar al del G7 en los próximos años según el dinamismo económico de sus miembros. Además, el grupo lidera en términos de reservas internacionales, con China acumulando más de 3,3 billones de dólares, seguida de India y Rusia, con 596 mil millones y 582 mil millones, respectivamente. China e India también desempeñan un papel crucial en el comercio global, siendo responsables de alrededor del 16% de las exportaciones mundiales de bienes. Los países BRICS albergan a casi la mitad de la población mundial, con más de 3.600 millones de habitantes, aunque existen disparidades significativas en índices de desarrollo humano (IDH), reflejando diferencias en educación, esperanza de vida e ingresos per cápita.
Brasil es el único país de América que integra los BRICS, lo que subraya su relevancia como actor estratégico en el escenario internacional. Como la mayor economía de América Latina y la octava a nivel mundial, Brasil cuenta con un PIB de 2,17 billones de dólares en 2023. Su economía diversificada, basada en la producción y exportación de productos agrícolas, minerales y energía, refuerza su papel como un eje clave del comercio global. Además, su participación en los BRICS ha sido instrumental para promover un orden mundial multipolar y fortalecer la cooperación Sur-Sur, contribuyendo a contrarrestar las influencias de las potencias tradicionales. Sin embargo, Brasil enfrenta importantes desafíos internos, como la necesidad de implementar reformas estructurales y abordar las profundas desigualdades sociales que limitan su crecimiento. En 2025, Brasil asumirá la presidencia rotativa del bloque, ofreciendo una oportunidad única para liderar la agenda en un momento crucial de expansión e incorporación de nuevos miembros.
Por su parte, Cuba ha mostrado interés en colaborar con los BRICS, aunque no es miembro formal del bloque. Su participación en eventos como la cumbre BRICS-Plus refleja su intención de diversificar sus alianzas internacionales y mitigar su prolongado aislamiento económico. Con una ubicación geoestratégica en el Caribe, Cuba tiene el potencial de actuar como un puente entre los BRICS y América Latina, facilitando la integración regional y el acceso a nuevos mercados y fuentes de financiamiento. Para maximizar los beneficios de esta colaboración, el gobierno cubano deberá implementar reformas que aumenten la eficiencia productiva y mejoren el clima de inversión. Sin embargo, esta relación también plantea desafíos, especialmente en el contexto de las sanciones internacionales y las tensiones con Occidente.
La expansión de los BRICS ha intensificado la competencia con la hegemonía global liderada por Estados Unidos. Con la incorporación de nuevos miembros como Indonesia, Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía, el bloque ampliado, denominado BRICS+, representa aproximadamente el 45% de la población mundial y controla el 42% de la producción global de petróleo, consolidándose como un actor clave en la geopolítica y la economía mundial. Geopolíticamente, los BRICS+ se posicionan como un contrapeso al orden unipolar dominado por Estados Unidos y sus aliados, promoviendo un sistema internacional más equilibrado y cuestionando las estructuras de poder existentes. No obstante, el bloque enfrenta limitaciones, particularmente en su dependencia del dólar estadounidense. Los BRICS buscan reducir esta subordinación mediante la exploración de alternativas monetarias para sus transacciones internas, aunque estos esfuerzos aún no han logrado desafiar significativamente el dominio del dólar.
Estas dinámicas son especialmente relevantes para comprender las posibles estrategias del gobierno venezolano. Nicolás Maduro, quien se juramentó en un contexto de amplio rechazo por parte de Estados Unidos, la Unión Europea y la mayoría de los países hispanoamericanos, podría encontrar en los BRICS una vía para contrarrestar las sanciones internacionales. Actualmente, Venezuela enfrenta más de 927 sanciones, de las cuales 763 han sido impuestas por Estados Unidos y sus aliados. A pesar de estas restricciones, empresas petroleras como Chevron, Halliburton, Schlumberger Limited, Baker Hughes Holdings y Weatherford International han continuado operando en el país desde 2022 bajo licencias específicas.
El gobierno venezolano probablemente adoptará una estrategia dual. En el corto plazo, podría permitir mayores operaciones de empresas estadounidenses en el sector petrolero bajo acuerdos cuidadosamente supervisados, como el otorgamiento de licencias limitadas a Chevron, con el fin de aliviar sanciones y generar ingresos cruciales. Simultáneamente, buscaría acelerar las negociaciones con los BRICS para formalizar su ingreso, aprovechando potenciales acuerdos de comercio en monedas locales, así como el acceso a financiamiento para proyectos energéticos y de infraestructura. Por un lado, buscará mantener canales abiertos con Estados Unidos para aliviar sanciones y garantizar ingresos esenciales a través del sector petrolero, aunque estas aperturas estarán condicionadas a demandas de mayor transparencia política. Por otro lado, fortalecerá su alineación con los BRICS, apostando por formalizar su ingreso al bloque y aprovechar las oportunidades económicas que este ofrece en sectores clave como la energía y la minería. Esta estrategia híbrida refleja un intento de equilibrar relaciones internacionales y diversificar opciones económicas para mitigar los efectos de las sanciones y asegurar la estabilidad interna.
La soberanía y autodeterminación de los países deben ser principios fundamentales en un sistema internacional basado en la equidad y el respeto mutuo. El surgimiento de los BRICS como un bloque alternativo no solo ofrece oportunidades económicas y políticas a naciones como Venezuela y Cuba, sino que también subraya la importancia de la diversidad en las relaciones internacionales. Estas plataformas permiten que las naciones emergentes persigan el bienestar de sus ciudadanos a través de nuevas alianzas, acceso a recursos y fortalecimiento de sus economías, sin estar atadas a modelos unipolares que a menudo limitan su potencial de desarrollo. En este contexto, la capacidad de un país para elegir su camino en función de sus propias prioridades debe ser exaltada como una aspiración común en la construcción de un futuro más equilibrado y próspero.

